Samhain y Halloween: un mismo velo, distintas estaciones
En esta época del año, mientras aquí en el hemisferio sur avanzamos hacia el invierno, se acerca una fecha cargada de simbolismo profundo: Samhain, celebración ancestral celta que marcaba el final de la cosecha y el inicio de la temporada oscura. Aunque más conocida globalmente bajo el nombre de Halloween, esta festividad tiene raíces mucho más antiguas, que poco tienen que ver con disfraces o películas de terror.
Este artículo fue originalmente escrito en octubre de 2023, pero hoy lo reviso y lo publico en este nuevo espacio, porque encuentro en esta fecha una resonancia muy personal. Vivir en una parcela, con los ritmos naturales más presentes y un constante diálogo con la memoria —propia y familiar—, hace que estas fechas se sientan menos comerciales y más como puertas simbólicas. Samhain/Halloween se vuelve entonces una invitación a mirar hacia adentro, hacia lo invisible, hacia los ciclos que seguimos habitando.
Ya se acerca una fecha más donde se entremezclan el consumo, las religiones cristianas (católica y protestante) y las religiones y cultura de la Europa pre-cristiana: la noche del 31 de octubre en el hemisferio norte y el 1° de mayo en el hemisferio sur.
El Halloween que conocemos hoy en día es el producto de adaptaciones realizadas por el tiempo y por diferentes culturas y religiones.
La influencia más actual es el cine y el marketing norteamericano, que han impulsado las fiestas de disfraces y el recorrido de niños pidiendo dulces puerta a puerta la noche del 31 de octubre. Curiosamente, esta costumbre se asemeja a la tradición neerlandesa de la Fiesta de San Martín, donde niños de diversas edades recorren las casas con linternas de papel, cantan una canción típica y reciben golosinas o frutas.
Retrocediendo en el tiempo, esta festividad tomó también influencias de lo que la Iglesia Católica celebraba como el Día de Todos los Santos, originalmente alrededor del 13 de mayo. Fue el papa Gregorio III quien consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos y fijó el aniversario para el 1 de noviembre. Posteriormente, Gregorio IV extendió esta celebración a toda la Iglesia en el siglo IX.
El nombre “Halloween” también tiene raíz católica, usado por primera vez en el siglo XVI como una variante escocesa de la expresión inglesa “All Hallows’ Even” (víspera de Todos los Santos). Como muchas fiestas cristianas, tenía su celebración vespertina la noche anterior, el 31 de octubre.
Pero incluso antes de la Iglesia, fue la cultura romana la que dejó su huella, al fusionar su fiesta de la cosecha en honor a Pomona, diosa de los árboles frutales, con las tradiciones celtas.
Así llegamos a la raíz más profunda de esta festividad: Samhain, celebrada por los antiguos celtas del 31 de octubre al 1 de noviembre (y, por lógica estacional, del 30 de abril al 1 de mayo en el sur). Este día marcaba el fin del verano y el comienzo del nuevo año celta, entrando en la temporada oscura. Se creía que en esta noche, al ser un momento de transición, el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se hacía más delgado, permitiendo que los espíritus visitaran el mundo terrenal.
Se encendían grandes fogatas para ahuyentar a los espíritus malignos y se dejaban ofrendas para los espíritus benévolos. Era un ritual necesario para asegurar prosperidad en las cosechas y evitar conflictos. Samhain no era una celebración del miedo, sino una forma de reconciliación entre lo visible y lo invisible, entre los ciclos de la vida y la muerte.
“La noche en que de la confusión surgía el orden, en las almas y sentimientos de las personas”: así se describía esta fecha, que daba inicio a un nuevo ciclo de vida, comunidad y propósito.
Es importante recordar que la imagen de brujas y demonios asociada a Halloween no proviene de estas tradiciones originales, sino de las reinterpretaciones impuestas por la Iglesia Católica, que buscó demonizar las creencias que no encajaban con su dogma, especialmente durante los procesos de cristianización de Europa.
Samhain, como muchas otras celebraciones paganas, era un momento de unión y gozo para todo el pueblo: vivos y muertos se encontraban simbólicamente en danzas, cantos y alimentos compartidos.
Y como dato final: aunque el 31 de octubre es la fecha más difundida, esta festividad tiene su espejo natural en el 1 de mayo aquí en el hemisferio sur, donde los ciclos de luz y oscuridad se invierten.
Reflexión final
Hoy, en medio del otoño del sur, cuando las hojas caen y la tierra se prepara para el descanso, Samhain adquiere un sentido distinto para mí. No como una nostalgia importada del norte, sino como un reconocimiento de que también nosotros, aquí, atravesamos nuestros propios velos: personales, familiares y espirituales.
En un mundo que tiende a olvidar los ciclos, recuperar el valor simbólico de estas fechas es una forma de recordar que la muerte no es el final, sino parte del ritmo. Y que honrarla, incluso desde la quietud rural y el silencio de una casa compartida con mis padres mayores, también es una forma de cuidar la vida.